lunes, 20 de febrero de 2012

cerro chiripó


Cerro Chirripó

El sol ni siquiera se ha levantado cuando los caminantes ya se enrumban hacia el macizo de sus sueños.
Tras un descanso fugaz, todas las puertas en los albergues que inundan el pequeño poblado de San Gerardo de Rivas, suenan a las 3 a. m. anunciando que llegó la hora de levantarse.
Para quienes viajan por primera vez al Chirripó, la emoción de lo desconocido lo invade todo. Aquellos que regresan a visitar a su viejo amigo, viven la experiencia como si fuera la primera.
A pie o en cajones de carros doble tracción, los caminantes se internan en la oscuridad de la madrugada por un camino de piedra y lastre que los llevará al punto de arranque de su escalada.
En la espesura de la oscuridad, apenas es posible distinguir el rótulo: “El termómetro”. Este es el inicio de una caminata que, en promedio, consumirá seis horas de ascenso, entre bosque nuboso y páramo desolado. No en vano bautizaron a esa primera gran cuesta así. Es un kilómetro y medio de camino ascendente, donde los escaladores empiezan a experimentar la falta de oxígeno y la rudeza de un sendero de piedras y cuestas continuas.
Esa primera prueba les servirá de indicador para el resto del camino pues, en cuestión de pocas horas, se pasará de los 1.400 metros sobre el nivel del mar a 3.400 ó más.
En promedio, se tardan dos horas en llegar a la entrada del Parque Nacional Chirripó, cuyo punto más importante es el macizo, pero que también ofrece al visitante más de 50.000 hectáreas para desplazarse.

El recorrido es fresco, entre bosques repletos de “barbas de viejo”, un musgo que cuelga de los follajes y acompaña al viajero en buena parte del recorrido.
Los primeros bostezos del sol se filtran entre las hojas de altísimos árboles de roble y encino. La sinfonía de colores que se ofrece a la vista es capaz de aliviar cualquier molestia muscular que, a esa altura del viaje, se pudiera llevar consigo.
Como convocado por el pensamiento, a medio camino aparece el refugio de Llano Bonito, convertido ahora en una casona bien hecha y equipada para que los viajeros hagan un breve descanso, tomen agua y froten sus pies adoloridos.
Llano Bonito está a 7 kilómetros del albergue Crestones y a 13 del macizo. Es el reposo para tomar fuerzas, pues lo que viene es la parte más dura de ese primer día de ascenso.
Lo que sigue, la Cuesta del Agua, es signo premonitorio y respiro antes de comenzar a escalar un muy difícil trayecto, pero no por eso menos hermoso: la Cuesta de los Arrepentidos.
La del Agua es una ruta angosta, en la que se topan quienes ascienden y descienden del cerro. En más de una ocasión, el caminante debe dar campo al paso veloz de las yeguas y sus guías, los mismos que cargaron apenas horas antes las mochilas más pesadas hasta el albergue Crestones.
Los pájaros no dejan de silbar en todo el trayecto. Es la única música que acompaña aparte de los aguaceros interminables que rajan el cielo en el invierno.
Quienes tienen la suerte de viajar en verano, serán acompañados por el zumbar de los insectos y por el canto de los pájaros campana y los jilgueros en los primeros metros de ascenso.
Decenas de colibríes de todos tamaños y colores acaban de empujar al viajero hasta el albergue Crestones, donde a muchos los espera un buen plato de comida caliente y el ansiado descanso.
Llegar al Chirripó no solo es alcanzar el punto más alto del país. Es entrar en contacto con una formación natural moldeada a lo largo de millones de años, tras épocas glaciares que dejaron su marca en rocas y lagunas.
Aunque se puede recorrer el Valle de los Conejos, el de los Lagos y el de las Morrenas, visitar Ventisqueros y escalar los riscos en Crestones son, sin duda, de las vivencias más emocionantes.
El frío no importa pues la energía que allí se respira apaga cualquier posibilidad de congelamiento.
Estar a los pies de los Crestones, ver los dos océanos desde la cima o tocar con las manos las frías aguas de las Morrenas, recompensa cualquier fatiga e impulsa al viajero a regresar a una tierra que, con toda certeza, es uno de los parajes preferidos de Dios.









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